Reflection by: Fr. Alberto Bueno, T.O.R.
Dear Sisters and Brothers, hospitality is the theme of both our Gospel (Luke 10:38-42) and our first Reading from Genesis (Gen. 18:1-10a). Saint Luke tells us how Martha and Mary both made Jesus feel welcome. Likewise, we see Abraham reaching out to the three men (who are actually a manifestation of God) to offer them hospitality. Hospitality was, and continues to be, a bedrock virtue in the Middle East. In Genesis we see Abraham running to greet his guests, he hastens to Sarah and says to her, “Quick, three measures of fine flour!” He then runs to his herd picking out a choice steer, gives it to a servant, who quickly prepares it. There is an urgency in Abraham’s hospitality. In effect, for Abraham, being hospitable is more than a duty, it is an honor, he even personally serves their needs. Abraham, here, personifies the overabundant welcome which characterizes God’s own care for all God’s creation, and in a very particular way, God’s human creation. Jesus, like the Father, continually showed generous hospitality to everyone he met, especially the poor, the sick, and the needy, no matter who they were or where they came from. The Lord reminds us, as in Matthew 25:31-46, that we are to act the same with the neediest among us. With the strangers among us, the most marginalized and those out in our peripheries. A real challenge to us in these troublesome days. For, as the old saying goes, “Some have entertained angels without knowing it.”
Queridos hermanos y hermanas, la hospitalidad es el tema de nuestro Evangelio (Lucas 10:38-42) y de nuestra primera Lectura (Génesis 18:1-10a). San Lucas nos cuenta cómo Marta y María hicieron sentir bienvenido a Jesús. Asimismo, vemos a Abraham extendiéndose hacia los tres hombres (que en realidad son una manifestación de Dios) para ofrecerles hospitalidad. En Génesis vemos a Abraham corriendo a saludar a los forasteros, se apresura hacia Sara y le dice: “¡Rápido, tres medidas de harina fina!” Luego corre hacia su ganado, eligiendo un buey de calidad, se lo entrega a un sirviente, quien lo prepara rápidamente. Hay una urgencia en la hospitalidad de Abraham. De hecho, para Abraham, ser hospitalario es más que un deber, es un honor, incluso atiende personalmente sus necesidades. Abraham, aquí, personifica la bienvenida desbordante que caracteriza el propio cuidado de Dios por toda Su creación, y de una manera muy particular, la creación humana de Dios. Jesús, al igual que el Padre, mostró continuamente una generosa hospitalidad a todos los que conoció, especialmente a los pobres, los enfermos y los necesitados, sin importar quiénes eran o de dónde venían. El Señor nos recuerda, como en Mateo 25:31-46, que debemos actuar de la misma manera con los más necesitados entre nosotros. Con los extranjeros entre nosotros, los más marginados y aquellos en nuestras periferias. Un verdadero desafío para nosotros en estos días problemáticos. Porque, como dice el viejo refrán, ‘Algunos han entretenido ángeles sin saberlo.’
